En la provincia de Buenos Aires, cuando hablamos de los antiguos encontramos la industria de Tandil entre las más antiguas, con fechas de 6000 años. En arqueología cuando se habla de “industria” se hace referencia al conjunto de restos sin que ello permita la posibilidad de agruparlos bajo el término cultura, ya que por los restos hallados no se puede realizar una determinación más precisa de la forma de vida En los ríos Salado, Atuel y Colorado se han encontrado artefactos de piedra muy rudimentarios y vestigios de la aparición de la cerámica. En la zona de la Patagonia podemos citar la industria neuquense en las márgenes del río Neuquén, con toscos instrumentos líticos cuya antigüedad nos lleva a los 10.000 años. En la provincia de Santa Cruz la llegada de los grupos de cazadores tiene fechados desde 8.000 años. Se han hallado puntas de flecha, y arte rupestre. Uno de los sitios arqueológicos destacados es la famosa Cueva de las manos (Río Pinturas, en la Provincia de Santa Cruz) En los aleros es posible ver las pinturas de manos y guanacos estampadas alrededor de los 7.300 a. C. Es una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Siguiendo la descripción de Martinez Sarazola, podríamos definir como antecedente arqueológico de los tehuelches por un lado, la industria Patagoniense en Santa Cruz, Chubut y Río Negro con una antigüedad de 5000 años y la Norpatagónica, ubicada en Buenos Aires, La Pampa y Río Negro hace unos 4000 años. Ambas industrias han sido comunes los hallazgos de puntas de proyectil, cuchillos, raspadores bien característicos de los cazadores. En estos últimos años, en la Localidad de Tres Arroyos (pcia. de Buenos Aires) se ha encontrado el esqueleto de un niño con una antigüedad estimada en 8.500 años. Este hallazgo seria el resto humano más antiguo encontrado en nuestro país hasta el momento, además de aportar sobre los antecedentes de la cultura tehuelche.
Ya sabemos que, cuando salió a recorrer la Patagonia, Elal se encontró con una primera generación de hombres. Como llegaba para poner orden en el mundo, también les dio las normas. Deben alimentarse solamente de los animales que cacen- les dijo-; sobre todo, del guanaco y del choique. Pero no le roben sus peces al mar: ¡eso queda prohibido desde ahora! Aquellos hombres lo desobedecieron, y siguieron saboreando esos riquísimos peces que pueblan el océano. Elal no tolero la osadía y los convirtió en animales, ¡Y no quedo gente sobre la tierra! Pero comprendió que algo faltaba en el mundo y creo nuevos hombres para que disfrutaran de los animales que trotaban por la pradera… Con barro hizo dos muñequitos: uno iba a ser la mujer; el otro, el hombre. Les dio forma y el tamaño que debían tener y luego esos muñecos de barro se hicieron personas con corazón y sentimientos. Esas gentes fueron los i’keu-kenk, los antepasados, los pobladores antiguos de la Patagonia, de quienes descienden todos los tehuelches. Por eso estos cazan, pero no pescan: para que Elal no regrese a castigarlos.
Esta región presenta la siguiente complejidad cultural: Panorama de pampa y patagonia: -Extinción prematura de algunos grupos, como los querandíes. -Conocimiento fragmentario al tomar contacto sólo con algunos de los grupos o parcialidades. -La penetración araucana que transformo la realidad cultural de la región. -Las transformaciones generadas por el complejo ecuestre. -Hay un complejo cultural tehuelche constituido por: tehuelches septentrionales, (guenaken) tehuelches meridionales (penken y aoniken) y Onas (selkman y haus) en Tierra del Fuego. Son todos grupos continentales.
Los tehuelches septentrionales y meridionales eran una cultura nómada con actividades de caza y recolección. Las presas principales eran, el guanaco, el ñandú, la liebre y el zorro. Perseguían al animal hasta agotarlo, también han usado señuelos como disfraces de plumas de avestruz, o con las crías de guanacos atraían a las manadas. Conocían la técnica de secado y salado de la carne. Estaban obligados a la movilidad como consecuencia de la actividad cazadora. Los animales les proveían vivienda y alimento. El conocido manto patagon esta realizado con varias pieles de guanaco o zorro con el pelo hacia el interior. La vivienda era el tipo toldo o paraviento. Sobre estacas clavadas, colocaban pieles para protegerse. La unidad mínima era la familia y la familia extensa, un grupo de ellas constituía una banda. La banda no excedía los 100 individuos.
Un cacique de relativa autoridad a cargo de la misma por lo general decidía la organización de las cacerías y la movilidad del grupo. Creían en un ser supremo. Kooch entre los meridionales y Tukutzual entre los septentrionales. La figura de Elal es la de un héroe civilizador o tesmoforo que condenó a los hombres a ser peces por haber violado un tabú, esto significo la prohibición de comer peces, es decir a sus antepasados. Esta leyenda se ha transcripto anteriormente. Enterraban a los difuntos en las colinas o las cavernas y grutas recubriéndolos con piedras. Las comunidades tehuelches tuvieron entre sí fluidas relaciones, por guerra, común por violaciones a territorios de caza o por comercio. Están considerados los ancestros de los tehuelches. Compartían con estos septentrionales una cosmovisión, la vida cazadora, una organización similar y la misma lengua.
Los grupos de querandíes más próximos al Río de la Plata presentaron otras características propias, con vínculos con los grupos guaykurúes. La denominación querandí viene del guaraní y significa gente con grasa, probablemente por su afición a la grasa del guanaco. La pesca es una actividad que llevaban a cabo en canoas.Tenían algunas prácticas que son propias de las culturas del Chaco y del Litoral. Por ejemplo la utilización de cráneos de los enemigos para beber en ellos como sucedía entre los tobas y mocovies, parcialidades guaykurúes. También el sacrificio de los cautivos a raíz de la muerte de un jefe, práctica común entre los mbayá. Este grupo tuvo una desaparición muy rápida por lo tanto no hay tanto conocimiento de los mismos. Actualmente hay planteos significativos de que este grupo haya participado en los cambios ecológicos de la zona Pampa.
Llegaron en pequeños grupos dispersos cruzando las altas cumbre. En el siglo XVI ya ocupaban la parte actual del territorio chileno. Estaban integrados por los picunches en el norte, los mapuches en el centro y los huiliches en el sur, representando una unidad lingüística y cultural. Todos los araucanos cultivaban la tierra, el maíz y la papa. La sociedad estaba formada por jefes, guerreros y el conjunto de la comunidad. También tenían cautivos. Los caciques llegaban a tener 10 esposas, eran heredadas por el hijo mayor. No obstante, las mujeres ocupaban un lugar importante en el chamanismo y tenían influencias en la comunidad. Se las conoce como machi, curanderas. Realizaban diagnósticos y cura de enfermedades, así como la interpretación de sueños. El ser supremo creador y dominador de todas las cosas, Nguillatun, es el rito que persiste. Poco a poco los araucanos se fueron incorporando al territorio argentino, donde los tehuelches ya estaban apropiándose del caballo. Los nuevos contingentes fueron ocupando territorios, tomando mujeres y estableciéndose en la región. Entre la penetración de los españoles y araucanos, los tehuelches intentaron la preservación cultural pero poco a poco fueron cediendo. Los araucanos, principalmente el grupo mapuche fue el que ingresó y arrincono a los tehuelches, hasta hacerlos prácticamente desaparecer hacia finales del siglo XIX. Los araucanos ya en nuestro territorio, continuaron con sus tradiciones, la platería, los tejidos, los rituales y fueron reemplazando el patrón agricultor y pastor por el patrón cazador típico de los tehuelches. Por esta razón, muchos investigadores plantean realmente si se puede hablar de una araucanización completa.
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“…El indio corría el día entero, a todo correr, con el caballo enterrándose hasta las rodillas en el guadal o la arena, cayéndose y levantándose, pero sin rodar o darse vuelta jamás y esto constituía la desesperación de los soldados que lo perseguían, los que a poco andar quedaban reducidos a la impotencia, pues el caballo que no se cansaba o rodaba o se daba vuelta, inutilizando muchas veces al mismo jinete; por eso decía el General Mancilla que era inútil salir en persecución del indio cuando llevaba algunas horas de ventaja, porque era como correr tras el viento..” Tehuelches, guaycurúes, mbya y charrúas han experimentado un cambio cultural de grandes consecuencias y que afectaron a parte del territorio argentino y zonas aledañas a partir del siglo XVII. Cambiaron su forma de vida. Es conocido que durante la expedición de Pedro de Mendoza habían dejado en estas tierras: 100 yeguas y caballos que se internaron y reprodujeron en los nuevos territorios.
Los tehuelches septentrionales que se encontraron con los primeros caballos los amansaron y se quedaron con ellos. Esta dupla hombre-caballo fue desde el comienzo una combinación transformadora en el seno mismo de la cultura. La movilidad fue uno de las características fundamentales. Sin dudas, en el período pre-ecuestre, el hábito era reducido. La incorporación del caballo cambió la vida en las comunidades y el territorio se expandió. Las bandas aumentaron en número de sus integrantes, llegaron a aglutinar hasta 500 individuos. Las técnicas de caza colectivas se reorganizaron, se perfeccionaron con cercos de fuego y rodeando a los animales. A partir del siglo XVII los grupos que asumieron el complejo ecuestre ocuparon mas territorio y por lo tanto su organización social se transformó.En la foto, la imagen del Cacique Pincén, quien combatió bajo las órdenes del jefe Calfucurá. Fue capturado a la edad de 70 años.
La institución del cacicazgo creció en poder, antes no sobrepasaba el control de la banda y ahora se convertirá en algo más general. Se concentrará en el grupo familiar porque el cacicazgo pasará a ser hereditario y también la tenencia de la tierra quedará en manos de las familias. A su vez, surgirá una nueva organización para la guerra, el uso de nuevas armas ofensivas; la lanza reemplazará al arco y la flecha y armas defensivas como las armaduras de cuero de caballo. Adiestraron a los caballos, los indios empezaron a tener ventajas como guerreros sobre sus enemigos y en la defensa.
La actividad económica se convirtió en una actividad más depredadora, una de las nuevas características es que las bandas se acercan a los poblados y roban ganado. En esta época, el ganado también se había multiplicado. El rol de la mujer tehuelche sufrió cambios. Esta comenzó a ocuparse más de las tareas del grupo familiar y de la actividad en los toldos, ya no es mas el medio de transporte de los objetos domésticos ya que pasan a utilizar al caballo también como transporte. La carne de caballo pasa a ser un nuevo alimento. Los tehuelches septentrionales fueron marcados por los cambios. Entre los tehuelches meridionales no fue el mismo impacto, en ellos no se produjo un cambio sustancial en su economía así como tampoco en lo bélico. Los onas jamás incorporaron al caballo, manteniendo sus pautas culturales tradicionales en los confines de Tierra del Fuego durante mucho tiempo.
El pueblo ona estaba ubicado en territorio de Tierra del Fuego, exceptuando el Extremo sur que era el ámbito de los yamanas -alakaluf. Estaban integrados por dos parcialidades: los selkman u onas en casi toda la isla y los haus o maneken en la península Mitre. Estos grupos étnicos eran cazadores de guanacos y aves. Recolectaban raíces y frutos silvestres. Los onas no explotaron los recursos marinos. Eran bandas nómadas en continuo desplazamiento. Los jefes sólo surgían en tiempos de guerra, y la autoridad recaía en los ancianos y en los chamanes.
El cronista Gusinde es quien ha escrito especialmente de estos grupos. Sobre los ritos de iniciación nos habla de la incorporación de varones adolescentes a la comunidad adulta y su participación en el kloketen o sociedad secreta masculina, que se dedicaban a asustar a las mujeres. Los niños onas aprendían de sus mayores todo lo que iban a necesitar saber cuando fueran adultos. A los diecisiete años, vivían un período de instrucciones donde tenían que pasar pruebas de fuerza y destrezas. Pasada las pruebas llegaban a participar en un ceremonia llamada Hain.
A los jóvenes se los encerraba en una choza de troncos, especialmente construida y allí se enfrentaban a un momento difícil porque varios hombres se hacían pasar por peligroso espíritus, enmascarados y con el cuerpo pintado. Luego se quitaban los disfraces y les contaban de los personajes de su religión y la historia de la tiranía de las mujeres comandadas por la Luna. Las mujeres quedaban excluidas de la choza y no podían enterarse de lo que allí se contaba. Era un secreto. Luego de esta ceremonia los jóvenes podían buscar esposa y casarse. No estaba muy bien vista la poligamia en estos grupos, salvo los curanderos que eran estimados podían obtener una segunda esposa.
No eran raras las peleas entre los onas. En un mismo clan los hombres solían solucionar sus discusiones con torneos de lucha o en duelos de flechazos.
Tenían importantes relaciones con lo sobrenatural. Reconocían a un creador del cielo y de la tierra, Temaukel, dador de la vida y de la muerte. Kenos era un héroe civilizador que en tiempos inmemoriales les habría otorgado la ley moral. La muerte de un miembro de la comunidad era vivida como un tabú. Su nombre no volvía a mencionarse y sus pertenencias son destruidas. Los onas no tuvieron contactos con otros grupos, si bien su cultura es típicamente tehuelche han permanecido mucho tiempo aislados en su territorio. No han incorporado el caballo en el siglo XVII, estos continuaron su vida tradicional. Mantuvieron escasas relaciones con los yamanas-alakalufes que estaban en el extremo sur. A continuación, transcribimos el relato que aporta a la comprensión de la organización social de los clanes, así como la división del trabajo y rol de la mujer:
Dicen que, antiguamente las mujeres eran quienes mandaban entre los onas. Y no sólo mandaban: el problema es que no trabajaban nada de nada. Los pobres hombres tenían que correr todo el día, cazando y juntando plantas para comer, cociendo pieles para hacer ropa, atendiendo a los chicos... y ellas mientras tanto se la pasaban rascándose la barriga, charlando y dándose la gran vida. Como hacían. Gracias a una gran mentira. Ya les explico. Parece que fue Krakeh (La Luna) que entonces era una mujer, la que tuvo la idea de aprovecharse de los hombres. Siguiendo su plan, entre todas y en secreto, construyeron una gran choza de troncos y ramas en un lugar apartado. Después, y siempre a escondidas de los hombres, crearon unas máscaras espantosas. Con cortezas de árboles, cuero y mucha pintura hicieron unas caras horribles en unas cabezotas descomunales, como para disfrazarse y que nadie fuera capaz de reconocerlas.
Y trabajaron realmente muy bien. Con sus máscaras puestas, no las reconocían no sólo los maridos sino tampoco los padres (las madres si) porque ellas también estaban entre las disfrazadas). Pero su obra maestra era el disfraz de la luna. Hicieron un armazón de ramas de unos dos metros de alto, en forma de tubo aplastado y acabado en punta, y lo forraron con cuero. Después lo pintaron de rojo y le agregaron rayas punteadas blancas. Cuando la Luna se puso este armatoste solo se le veían los pies.
Por fin, un día al atardecer, después de ponerse bien de acuerdo en lo que tenían que hacer, se metieron las máscaras y se acabaron de disfrazar pintándose todo el cuerpo de rojo y negro. Y por si eso fuera poco, unas se agregaron manchas amarillas, otras se pintarrajearon rayas blancas y otras hasta se pegotearon pelos de animales.
Cuando estuvieron listas, se abalanzaron sobre el campamento donde estaban los hombres con los chicos muy tranquilos. Aparecieron de pronto, corriendo como locas, saltando y dando unos gritos tremendos que ponían los pelos de punta: unos Uuuuuuuuuu!!! Estremecedores y también unos Iiiiiiiiiiiii!!!!!! finitos que hacían palidecer al más valiente. Para colmo, repartieron garrotazos para todos lados.
Después de hacer un gran desparramo de varones asustados, salieron disparando hacia la choza grande donde se escondieron. Cuando a los hombres se les pasó la primera impresión (no el susto), porque ese no se les iba a si no más, siguieron el rastro de las enmascaradas y llegaron a la choza. A penas los vieron llegar, las mujeres que estaban adentro se pusieron a sacudir contra el piso unos cueros secos y enrollados, que metían un ruido terrible , golpearon las paredes de la choza con palos y pegaron unos gritos desgarradores como si las estuvieran matando: ¡Ayyyy! ¡No, por favor! ¡Basta! Y cosas por el estilo.
Al escuchar los gritos y reconocer las voces de sus esposas e hijas, los hombres quisieron correr a ayudarlas, pero en ese momento salieron de la carpa las enmascaradas, con la luna a la cabeza. Esta dijo, poniendo voz gruesa: -No den un paso más. - - Yo soy Jalpen, un espíritu maligno, y esto que ven acá son mis ayudantes.- -Acá tenemos prisioneras a sus mujeres.- - Les estamos dando una buena paliza y después nos las vamos a comer.- - Para eso vinimos.- Krran, el sol que en ese entonces era un hombre y además el marido de la luna , se adelantó y dijo, sin darse cuenta de que estaba hablando justamente con ella: ¡Esperen! ¿Qué quieren ustedes, espíritus para no hacerles nada? Mmm...! dijo la Luna. - Nosotros tenemos hambre.- -Especialmente yo que con este corpachón nunca me lleno. Si ustedes nos traen carne, mucha carne y también otras cosas para comer no las matamos.- -Bueno- dijo el Sol. - -Trato hecho. ¡Sueltenlas! y ya les traemos comida.- Ah, que vivo! Contestó la Luna, con voz de monstruo fastidiado. -Si las soltamos, ustedes no van a volver. Hagamos esto: traigan la comida y mientras nos den bien de comer, no las vamos a matar. Pero ellas se quedan acá.- - Eso sí, el día que nos quedemos con hambre. ¡Zas!, ¡nos comemos una o dos!
Desesperados, los hombres fueron a cazar y volvieron con un montón de carne. Y todos los días tenían que hacer lo mismo. Cuando los veían acercarse, las mujeres comenzaron a golpear los cueros en la carpa y a pegar gritos de dolor . Y cuando dejaban la comida, ellas salían, disfrazadas y decían: ¡es poco! ¡Jalpen tiene mucha hambre.! ¡Traigan más o ya saben...! Para impresionarlos, la luna gruñía bajo su disfraz. Así pasaron meses. Los hombres estaban siempre cansados y cada vez más flacos porque les dejaban casi toda la comida a las mentirosas. Y, para colmo sufrían mucho, preocupados por ellas.
Cada tanto, las mujeres organizaban en la carpa una ceremonia llamada hain, después de la cual las nenas eran consideradas adultas. Padres y hermanos debían llevar a las chicas hasta allí y quedarse mirando desde afuera. Adentro, las enmascaradas se sacaban la careta y les contaban el secreto a las muchachas, que se quedaban a vivir con las demás mujeres.
Un día el sol, se apartó mucho por el bosque, buscando algún animal para cazar y pasó cerca de un arroyito. A través de las hojas, le pareció sentir unas voces y unas risas de mujer. Intrigado, se acerco despacio, como saben hacer los buenos cazadores y espió. Se quedo frío con lo que vio y escuchó. Lo primero y casi a sus pies sobre las piedritas del río, fueron dos horripilantes cabezas, que después del primer susto vió que eran sólo máscaras de cuero. En la orilla, dos mujeres la bandurria y la garza se estaban lavando la pintura del cuerpo mientras se reían: Ja, Ja.!! ¡Qué estúpidos que son estos hombres decía una.! ¡Viste! decía la otra. - ¡Se creen cualquier cosa! ¡Y las caras que ponen! ¡Y el miedo que tienen! -La Luna es genial- ¡Qué idea tuvo!
En un momento, el Sol entendió todo. Tembló de furia pero se dió vuelta sin hacer ruido y corrió a llamar a los otros hombres. Cuando los tuvo a todos juntos, les contó que había descubierto. Inmediatamente decidieron vengarse.
Juntaron garrotes y fueron a las chozas de las mujeres. El Sol fue el primero en entrar, rojo de indignación y se abalanzó sobre la Luna. Le dió unos cuantos palos, llenándola de moretones. Asustada ella salió corriendo, con su marido detrás. Corrieron y corrieron y así llegaron al horizonte. Allí la Luna saltó al cielo y el Sol la siguió. Nunca volvieron a la Tierra. Todavía el Sol la sigue persiguiendo sin poder alcanzarla y las manchas de la luna son las marcas de los golpes que recibió.
Los otros hombres se ensañaron con las demás mujeres, las mataron a garrotazos. Pero a medida que eran apaleadas y morían, ellas se fueron convirtiendo en aves y se escaparon volando. Desde entonces, hubo gaviotas, bandurrias y patos, garzas, lechuzas y loros. Los hombres sólo perdonaron a las más chicas que no habían tendió que ver con esta burla. Ellas fueron las únicas que se salvaron y quedaron con su forma de mujer.
Entonces, los hombres decidieron que a partir de ese momento, por las dudas, convendría tener a las mujeres un poco asustadas. Las mismas máscaras iban a servir. Desde entonces, la ceremonia hain para convertirse en adulto fue sólo una cosa de hombres, e hicieron creer a las mujeres que en ese momento llegaban peligrosos espíritus desde el cielo y desde debajo de la tierra. Y para que no tuvieran dudas se los mostraban: Claro que en realidad eran hombres disfrazados con máscaras y pinturas. Pero eso quedo como un gran secreto entre los hombres.
Esta leyenda es una de las más antiguas de Buenos Aires. Se origina en la época de la primera fundación realizada por don Pedro de Mendoza, cuando nuestra capital no era más que un grupo de chozas, y los españoles desembarcados de los barcos la habitaban agitándose entre la miseria, el hambre y las enfermedades. Don Pedro de Mendoza había reclutado en su recorrido por Cádiz y por San Lúcar de Barrameda para emprender aquella nueva aventura. Un viaje a lo incierto, empujados por la ambición del oro, del enriquecimiento rápido y también de la aventura. Gente desesperanzada, renegados, ricos venidos a menos, con las esperanzas de obtener nuevas fortunas, cuando no hambrientos. Esto era la base del contingente que pudo reunir este capitán. Esta expedición estaba constituída entonces por un grupo de hambrientos donde estaban mezclados franciscanos y ladrones, escribanos y marineros, escuderos y estudiantes, asesinos y soldados. Entre ellos se contaba un hermano de leche del emperador Carlos V y un hermano de Santa Teresa de Jesús. Con esta gente se fundó, por primera vez Buenos Aires el 22 de febrero de 1536, encerrada dentro de una empalizada que frenaba indios y fieras. Para los grandes capitanes era una avanzada de la civilización, pero para los que vinieron y estaban prisioneros en medio de la inmensidad salvaje, era una tumba de desesperanzados. Muy lejos estaba el centro, la metrópoli de donde habían venido, como para recurrir en caso de peligro. Todo estaba echado a la suerte y a la mano de Dios. Y no tardaron en llegar el hambre y las enfermedades. No había qué comer, y los indios, que al principio se mostraron comprensivos y obsequiosos trayéndoles víveres, se tornaron agresivos y peligrosos, y sólo esperaban el momento oportuno para atacar y echar al mar a los intrusos que se habían apoderado de sus tierras. Los hombres se embriagaban, porque era la forma de olvidarse de ellos mismos., volvieron peleadores e iracundos; por un "quítame de aquí es pajas" se enfrentaba en lucha a muerte. Las pocas mujeres que habían venido en la expedición eran madres, esposas, amantes, enfermeras y esclavas. Y finalmente llegó la viruela y sembró la muerte. Todo era desolación, hambre y dolor. Afuera, la indiada que no dejaba salir a nadie de aquella jaula de palo; en cuanto se atrevían a hacerlo, se cubría el cielo de flechas. Este era el cuadro que presentaba el primer grupo de conquistadores que fundaron Santa María de los Buenos Aires, cuando se produjo un hecho insólito, protagonizado por una mujer: la Maldonado. Una mujer humilde recogida en los muelles de San Lúcar de Barrameda, que enloqueció del ver tanto horror, Dando gritos de espanto salió corriendo hacia la empalizada; abrió la tranquera y tomó camino de la pampa. No pasó mucho tiempo sin que dos soldados, exponiéndose a las flechas de los indios, salieran en su persecución. La atraparon y sin ningún miramiento la llevaron donde estaba el "dueño y señor" de aquella población. El castigo no se hizo esperar: El capitán pidió que la llevasen en seguida hasta la primera corriente, la ataran semidesnuda a un árbol para que las alimañas se saciaran con sus carnes maldecidas. La orden se cumple, y la Maldonado, despojada de sus ropas, es conducida hasta la orilla de un arroyo de sucias aguas, donde es amarrada a un árbol. Allí la dejaron para pasto de las fieras. La noche llegó cargada de sombras y de miedo. El viento comenzó a soplar y hacía mucho frío, Las carnes de la infortunada muchacha se endurecían y se amorataban, y para mal de ella, una llovizna helada que empezó a caer la caló hasta los huesos. Todo estaba perdido. Por un lado sus propios compañeros, que la habían abandonado, y por el otro, estaban los indígenas y las fieras, que en cualquier momento darían un zarpazo mortal. Se abandonó a su destino, implorando que Dios la llevara cuanto antes. A la mañana siguiente, cuando los soldados fueron para dar sepultura a sus restos, comprobaron que .estaba intacta; que nadie había tocado su cuerpo y que una tigresa con sus cachorros, a la que la Maldonado la ayudara a parir, estaba echada a sus pies, como queriéndole dar calor. Pusieron el hecho en conocimiento de don Pedro de Mendoza, quien personalmente quiso comprobar aquel extraño episodio. Al verla ordenó que la libertaran de las ataduras y la llevaran al fuerte con todo cuidado. Así se salvó la Maldonado de una muerte terrible. Y el arroyo, a cuya orilla estuvo atada, lleva, desde entonces, su nombre.
Esta leyenda es de la Región del Este (Entre Ríos y Buenos Aires). Versión adaptada del relato que figura en Leyendas de Nuestra Tierra de Carlos Villafuerte. Editorial Corregidor. Bs.As. 2002
El arroyo Maldonado era uno de los límites naturales de la ciudad, antes de que se incorporaran los entonces pueblos de Belgrano y Flores. Se convertió luego en un depósito de basuras y desperdicios. Cuando llovía, recibía el agua de una gran superficie de terrenos, del que era desagüe natural, y se transformaba en una enorme laguna de agua sucia, por ello era pintoresco pero muy temido por sus desbordes y por ese motivo los terrenos adyacentes a él quedaban desvalorizados. Las autoridades decidieron que el arroyo sería entubado, como solución definitiva para los múltiples problemas que ocasionaba su curso a través de una ciudad que se extendía cada vez más 'tierra adentro'. En el año 1929 se comenzó a trabajar en las excavaciones. Luego de este importante trabajo, que ocupó centenares de obreros y máquinas que fueron traídas del exterior, se emprendió la segunda etapa: un verdadero alarde de ingeniería que consistía en levantar columnas destinadas a soportar una losa gigantesca. Fue la obra de más trascendencia que fuera realizada en esa época en la Capital, fue proyectada por Obras Sanitarias dela Nación, como parte integrante de un amplio plan de desagües pluviales de la metrópoli. Luego de entubado el arroyo, se construye sobre él una amplia calle - primero de tierra - y en el año 1936 se resuelve construir la actual Juan B. Justo. Bajo ésta corre entubado el arroyo, y en su trayecto por la ciudad, cruza los barrios de Liniers, Villa Luro, Velez Sarsfield, Santa Rita, Villa General Mitre, Villa Crespo y Palermo." - Información obtenida de los posters desplegables realizados en el marco del Programa "Patrimonio de los Barrios: Ningún futuro sin pasado", desarrollado por la Dirección General de Patrimonio, en el año 2004. Fragmentos del libro: "Historia y leyenda del arroyo Maldonado" Cuadernos de Buenos Aires XXXVIII. Diego A. Del Pino . Setiembre 1971 -.
Hace muchísimos años, un joven llamado Cosakait, que era muy apuesto y virtuoso., se enamoró de una joven pero no fue correspondido. Finalmente se enfermó de tristeza y murió. En su lecho de enfermo pedía que viniera su amada pero ella nunca se presentó. Antes de morir dijo que el dios Yago lo llamaba pero que él iba a estar siempre con su amada, adornando su cabellera con perfumadas flores, ahuyentando insectos de su lado y perfumando el agua.. Luego de sepultarlo, todos observaron con asombro que surgía un árbol, al que llamaron cosakait, apreciado por sus aromáticas flores y perfumada madera. Profundamente apenado por el dolor del joven, el dios le concedió vida eterna en aquel árbol que luego se expandió por toda la selva, cumpliendo con las promesas del enamorado.
Los tobas denominan cosakait al palo santo y lo consideran un árbol venerable por su nobleza.
Esta es una leyenda toba.
El árbol: De unos 18 metros de altura, es un árbol mediano con copa de hojas pequeñas bifoliadas, gran cantidad ramas, y frutos en forma de cápsula color verde oscuro. Nativo del Norte Argentino y Bolivia. La madera: Es una madera muy dura y pesada, con un peso específico de 1.3. De color verdoso con vetas castaño claro bien marcadas, lo que la hace muy agradable a la vista, también desprende un agradable aroma. Es una madera de extraordinaria resistencia y durabilidad, resiste muy bien a la intemperie y al desgaste por rozamiento. Son clásicos los mates, ceniceros, vasos y adornos de Palo Santo ya que es una madera muy vistosa y duradera. También se la utiliza para ciertos instrumentos musicales, mueblería de lujo, y otros trabajos que requieran excelente terminación y durabilidad.
Hace muchos años atrás, la ballena no vivía en el mar sino en la tierra, entre los tehuelches. Andaba de un lado a otro, pastando, y al ser tan gorda, no podía recostarse contra un arbusto sin triturarlo. Pero el problema mayor de Goos fue otro. Entre los tehuelches desaparecían las cosas, las plantas, los animales, la gente. Zorros, maras, peludos, los quillangos de piel de guanaco, los perros con que los indios cazaban, un árbol con su raíz, una bandada de flamencos, se evaporaban sin explicación. Lo mismo ocurría con las personas, grandes y chicas, familias enteras, atareadas en coser sus taparrabos o a punto de almorzar tranquilamente sus huevos de ñandú, desaparecían en el aire. Los tehuelches le pidieron ayuda a Elal. Y el héroe Elal descubrió que Goos cuando bostezaba se tragaba cualquier cosa que estuviera cerca. Su bocaza funcionaba como una aspiradora. El misterio estaba aclarado, ¿pero cómo recuperar todo lo que había en la panza? Elal urdió un magnífico plan: se convirtió en tabano. Aprovechando un bostezo se metió dentro de la ballena. Estaba oscuro. El héroe clavó su agijón en la garganta de Gooss, tantas veces que la molestia la hizo carraspear. Entonces la ballena expulsó a todos sus ocupantes, incluido Elal. Sal Así fue como recuperaron la libertad las maras, los zorrinos olorosos, los ñandúes, las árboles con sus raíces y los indios con sus adornos de plumas, sus quillangos, sus boleadoras, sus mocasines. Elal pensó que el mejor lugar para la ballena no era la tierra sino el agua y decidió mudarla al mar. Transformó sus patas en un par de aletas y la mandó a vivir en el oceano, con orden de no tragar nada que fuera más grande que un huevo de langostino enano. Por eso ahora ella se alimenta sólo de cosas minúsculas. A Goos le gusta el mar. Está mucho más cómoda, y sobre todo más fresca, aunque no bajó mucho de peso.... El territorio donde vivían los tehuelches quedó bastante pelado. Esto se debe a que la ballena anduvo largo tiempo arrastrando la barriga por ahí. Pero igual es lindo así, liso
Adaptación de una leyenda tehuelche: Nota: Elal era un héroe sagrado para los tehuelches y para otros pueblos cercanos. Les enseñaba secretos, el misterio del fuego y como cazar animales para alimentarse
El pehuén es árbol que sustentó la vida Indígena araucana. Los pehuenches, tribu de Arauco, tomaron su nombre precisamente del árbol, del pehuén o pino patagónico o araucaria, cuyo nombre científico es "araucariaimbricata", de la familia de las taxáceas, indígena de Neuquén, que vive de los 1.000 a' los 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Alcanza su desarrollo hasta unos 30 metros de altura, y hay algunos ejemplares que llegaron a los 50 metros. Su crecimiento es lento. Su tronco es recto, cilíndrico, de corteza gris oscura, a-grietada, y de ramas horizontales. Es buena madera para la construcción, y da una fruta comestible, dulce. Este árbol, lo mismo que el algarrobo para los naturales del noroeste argentino, ha dado a la raza nativa pan y vino. En los días de invierno cuando al araucano le faltaba la caza del guanaco, del avestruz o del huemul, tenía como reserva las pinas del pehuén. Las cocinaba, hirviéndolas y las comía calientes, tostándolas y también hacían guisados. Es el símbolo de Neuquén. Casi se podría decir: su marca registrada, aunque sólo una porción de la provincia está cubierta por ellas. Su distinción del resto de las especies árboreas y vegetales que cubren la Patagonia la hacen reconocida en donde se la vea.
Sobreviven en un pequeñísimo puñado de sitios en el mundo, pero solas, contra el viento y el frío, las araucarias han sabido adaptarse a este territorio y ganarse, por supuesto, un lugar. Allí, donde sólo los arbustos más duros pueden resistir los crudos inviernos, estas especies siguen creciendo. La zona en donde se encuentra la mayoría de estos bosques se llame Villa Pehuenia.
Los bosques de araucaria crecen a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, entre el lago Caviahue y el norte del lago Lolog, a ambos lados de la cordillera. Su crecimiento es lentísimo, pero puede llegar a alcanzar alturas de hasta 40 metros. No sería raro que algún pehuén que alimentó a aquellos antiguos araucanos todavía esté en pie, porque una araucaria puede lograr vivir de 500 a 1.000 años. Incluso, algunos de los ejemplares más antiguos de Sudamérica tienen 3.000 años.
Y, a diferencia de otros vegetales, cualquiera podría reconocer fácilmente en esta especie al macho de la hembra: el pehuén masculino tiene 5 o 6 ramas que sobresalen de la copa. Son esos que se ven dirigirse, largos, hacia arriba. El femenino, conocido como piñonera, da una piña cada dos años. La madera del pehuén es de excelente calidad, pero su explotación está limitada dada la rareza de la especie. De hecho, en 1941 la provincia de Neuquén creó el Parque Caviahue-Copahue para proteger los bosques de pehuenes y araucarias, atractivos característicos de la región.
La leyenda
Hace muchísimo tiempo, los araucanos pasaron por un período de muchas necesidades. Él hambre castigaba a todas las tribus. Y los que más sufrían eran los niños y los viejos. Entonces, en reunión de jefes, resolvieron enviar hacia los cuatro vientos, por distintos caminos, a los jóvenes más fuertes para que buscaran alimentos -vegetal o animal y volvieran con lo necesario para salvar a las tribus. Pasaron los días y comenzaron a regresar los enviados con las manos vacías. Faltaba tan sólo uno, el más vigoroso y hábil. Tardaba y no llegaba. Las esperanzas se iban desvaneciendo. La impaciencia y la desesperación se convirtieron en llanto de niños y en lágrimas de viejos. Hasta que por fin lo vieron aparecer, extenuado, cargando un gran bolsón con piñones de pehuén, que volcó delante de los viejos de las tribus. ¿Qué es esto que traes le preguntaron si no es fruto del árbol sagrado? Bien dices, abuelo. Es el fruto del árbol sagrado que nos salvará a todos. Pero, ¿cómo te atreves, hijo? Deje que le cuente, abuelo y luego decidirán. Después de andar por largos caminos sin encontrar nada para aliviar las necesidades de ustedes, subí por cerros desconocidos, cuando de pronto se me apareció un anciano, de larga barba, de cara blanca y de ojos azules. Alto, de andar a grandes trancos y me dijo: ¿Qué buscas por mis montañas? Entonces le conté de los apuros que estábamos pasando, que j los niños y los ancianos sufrían y que pronto morirían si no ¡ regresaba con algo para salvarlos. ¿Por qué desprecian los piñones del pehuén? --me preguntó. Son frutos del árbol sagrado, duros y creemos que son venenosos. No, hijo, es un alimento extraordinario, me respondió. Pero tienes que hervirlos para ablandarlos y luego asarlos para comerlos. Cada piñón es suficiente para alimentar una familia, Y cuando llegue el invierno los entierran para que el frío no los perjudique y así tendrán alimento todo el año, aunque te falte la caza. Luego de decirme ésto, desapareció en un instante. Y aquí me tienen con este bolsón de piñones grandes que he recogido del suelo, de los muchos que hay en nuestros hosques. Los ancianos reunidos meditaron en la noticia que trajo el último de los enviados. Juntaron a las tribus y contaron lo que ell joven les había dicho y todos estuvieron de acuerdo en creerle. Desde entonces no hubo más hambre y todos los años cosecharon grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".